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¿Morriña o nostalgia?

Son muchas las ocasiones en que he leído o incluso oído comentar, el que cuando a una persona le amputan alguno de sus miembros, transcurre un periodo de tiempo hasta que nota el vacio que el mismo le produce. Así mismo creo que a todos nos ha ocurrido que ante la perdida de un ser querido, no es en el primer momento de la ausencia cuando más dolor se siente, ni tan siquiera es a los días siguientes, pues esos primeros días en que la persona amada ya no esta contigo, su presencia, su aroma, su voz,  parecen flotar en el ambiente y acompañarte allí donde tu vas, es como si la naturaleza se negase a que comprendieses lo que realmente ocurre por miedo a que no lo pudieses superar. Sin embargo con el paso del tiempo vas dándote cuenta de la realidad  haciéndose insoportable el dolor y no habiendo  ni un momento del día en que no tengas en mente a ese ser y que no eches en falta su persona.

Algo similar es lo que ocurre  con los que estamos desempleados, tras el gran disgusto inicial, aminorado en muchas ocasiones por la propia familia y personas de tu entorno que bien  por consolarte o quizás por que realmente piensan que es así, le restan importancia al asunto diciendo aquella tan socorrida frase de que “cuando una puerta se cierra otras se abren”, y que por fin vas a poder disfrutar del tan merecido descanso que tanta falta te hacia.

Embebidos en estas placenteras sensaciones, con  que los de nuestro alrededor nos deleitan los oídos, iniciamos la singladura de nuestro desempleo por aguas tranquilas y reposadas, por primera en muchos, a veces muchísimos años, tenemos tiempo, un bien que hasta la fecha nos había sido negado y cuyo sabor no conocíamos, pero al que pronto nos acostumbramos, y que vamos saboreando en pequeñas dosis, pues nuestra conciencia no estaría tranquila si siendo trabajadores natos como somos nos tomásemos todo el tiempo en un  solo trago. Compaginamos ese maravilloso tiempo con ese millón de cosas que a lo largo de toda la  vida hemos ido dejando aparcadas para cuando pudiésemos dedicarles unos minutos. En lo más profundo de nosotros somos casi felices, de no ser por las sesenta veces por minuto que nos acordamos de la “gran putada” que nos han hecho.

La singladura a través del océano  del paro sigue lentamente sin que en el horizonte se vean aparecer aquellas innumerables puertas que se nos iban a abrir, lo que si ocurre es que las aguas por las que navegamos se van enturbiando y embraveciendo, lejos de olvidar nuestra anterior vida laboral, cada día la recordamos más, y sobre todo para aquellas personas de mi generación que hemos dedicado a la empresa la parte más importante de nuestra vida, anteponiéndola en muchas ocasiones incluso a la familia, y sintiendo el trabajo no como algo por lo que a final de mes se  nos pagaba un salario, si no como algo propio de lo que nos sentíamos orgullosos, y  cuyo crecimiento mostrábamos felices a nuestras amistades y conocidos, como si les estuviésemos enseñando a nuestro hijo mayor, para estas personas, o quizás debiese decir para estos “gilipoyas”, no solo es que extrañemos el trabajo o la empresa como tal, lo que más echamos de menos es a nuestros amigos, que no compañeros de trabajo, pues nosotros quizás erróneamente, pensábamos que no teníamos compañeros de trabajo si no auténticos amigos, con los que durante treinta y cinco o cuarenta años, compartimos todo, y cuando digo todo, quiero decir todo, lo bueno y lo malo. Cada uno de nosotros si retrocede en su memoria “laboral” seguro que encuentra miles y miles de circunstancias y hechos que corroboran lo que estoy contando.  

Sin embargo cuando ahora volvemos la vista atrás mirando el puerto que cada vez se ve más lejos y más pequeño, no encontramos a esos amigos, claro que nosotros tampoco hacemos muchos esfuerzos por localizarlos, pero resulta que esas personas a que consideramos tan entrañables no las concebimos en otro sitio que no sea su puesto de trabajo, y a ese no podemos ir a buscarles por que somos “despedidos” y la sola palabra conlleva el que no debemos de pisar la empresa, esa gran casa en la convivimos cuarenta años y a la que cuando no dijeron que teníamos que abandonar y que recogiésemos nuestras cosas, dimos la espalda para posiblemente no volver jamás llevándonos en una caja de zapatos, nuestros objetos personales, todo el equipaje que pudimos preparar en una vida y que es el bagaje que ahora nos tiene que acompañar en nuestra nueva y azarosa travesía. Así creemos justificado por nuestra parte el vacio hacia nuestros amigos (o quizás simplemente compañeros).

Seguimos avanzando saltando de ola en ola, por un mar cada vez más tenebroso y bravío cuyo horizonte en vez de mostrarnos las consabidas puertas, cada vez se nos muestra más negro y distante, y es en esos momentos cuando nuestro modo de ver las cosas  empieza a cambiar, hace ya más de un año que partimos en nuestro viaje de “parados” y nuestro ánimo comienza a decaer a la vez que empezamos a sentir rencor y odio, en primer lugar hacia aquellos que sin una razón evidente, cambiaron radicalmente nuestras vidas, haciendo gala de una omnipotencia que no se yo quien les ha podido atribuir, y en segundo lugar a esta sociedad compuesta de maravillosos seres, que en cuanto el problema no les afecta directamente, dan la espalda y se niegan a ver lo que esta ocurriendo, sin querer darse cuenta, que si el viaje no se realiza con éxito, y se produce el naufragio, cosa más que probable si no se adoptan medidas laborales urgentes,  posiblemente todos seremos “náufragos sin trabajo” en esa isla desierta hacia la que todos vamos remando, unos por que nos pusieron en el camino y nos dieron el empujón del despido y otros por que por cerrar los ojos a la realidad cada día están más cerca de ser embarcados contra su voluntad.

Pero no importa, nada en la actualidad tiene importancia, cuando nuestros entrañables amigos (compañeros de trabajo, al parecer) arriben a la isla del desempleo y la frustración, nosotros estaremos en la playa esperándoles, igual que le esperamos cuando llegaron a la empresa, y les daremos la mano ayudándoles a  salir del agua y adentrándolos en la isla que nosotros ya conoceremos y habremos previamente acondicionando, por si nos los enviaban,  les enseñaremos a sobrevivir en el desempleo, a moverse entre curriculun y entrevistas, los trucos para la subsistencia con poco dinero y mucho tiempo, les enseñaremos a templar los ánimos, a como deben  de explicar a su familia que sentir rencor y resentimiento, es algo normal en nuestra isla, y que son sensaciones no naturales en el ser humano, sino producidas por la toma masiva de la palabra “despido”, son palabras junto con la de “odio laboral” cuyo significado no se puede juzgar si no es mediante una comparativa con otras palabras como “injusticia”, “prepotencia”  “dominación,” “despotismo”, “amiguismo” y otras que todos conocemos, y que todas juntas nos están llevando a la situación laboral tan desastrosa en la que nos encontramos.  Tendremos que enseñarles, la difícil tarea de explicar al mundo y sobre todo a aquellas personas más próximas, que cuando se comienza a pensar en la forma en que lo hacemos los que estamos en la isla a la que se van a incorporar, no es que estemos incubando ninguna enfermedad psíquica, no es que estemos teniendo una pataleta, lo que ocurre es que estamos preocupados por lo que en el mundo del trabajo esta ocurriendo, y es licito, normal e incluso recomendable el que alguien se preocupe de esa cada vez más exigua masa laboral, a la que se esta explotando con el temor del despido como hacia cuarenta años que no se hacia, (y eso mandando entonces quien mandaba).

A  nuestros amigos les diremos que se aprendan bien la lección, que no sientan vergüenza por que otra vez tengamos que enseñarles a subsistir, nosotros nos sentimos felices de tenerlos de nuevo a nuestro lado y poder serles útiles, y lo único que nos atrevemos a pedirles es que si llegase el momento (ojala que no) que también de la isla se nos desaloje, por favor que no vuelvan la vista a otro lado y que se acuerden, que los problemas que hoy son de unos, pueden generalizarse y mañana ser de todos.

Os quiero compañeros, y ruego por que si el mantener las relaciones que siempre mantuvimos, equivale a que nos tengamos que ver en la isla del paro, no nos veamos en lo sucesivo, de todos modos pensad alguna vez en aquellos que no os olvidamos.

Tú también nos puedes dejar tu relato, tu experiencia, tu denuncia o tu aportación en este blog escribiendo tu propio artículo a blog@portalparados.es

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