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Varios funerales y una celebración

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Con esta canción de cuna que lentamente va tarareando el gobierno, como si no se supiese la letra, y que nos va empujando a un largo letargo, muchos quedarán en el camino. Porque este sueño, o mejor dicho pesadilla, inducido por los poderosos trae mal arreglo y nos llevará al coma, por más que los de abajo, los curritos (o no, que no está el país para presumir de trabajadores) se rebelen contra el tratamiento que es a la vez injusto, xenófobo y aniquilador por parte iguales.

Porque el ritmo vergonzante de la musiquita tiene, cuando menos, delito y niega sus derechos a gran parte de los seres humanos. Sobre todo, de aquellos que no tuvieron la suerte de nacer ricos o en democracias, y que ahora se ven relegados a la categoría de “nadie” porque estorban. Decirle a uno que sobra, es como conducirle a la muerte. Negarle sus derechos más básicos, empujarle a ella directamente. No creo que a partir de ahora podamos decir que somos un país desarrollado. Cuando uno se rige por estas leyes que le impiden acceder a una sanidad pública, o a una posibilidad de educación de cara al futuro no vive en un sociedad libre y, por tanto, pasa a formar parte de ese tercer mundo al que nunca quiso mirar.

Estoy con los médicos que defienden su objeción de conciencia por encima de todo, aunque algún politicucho de cuarta venga a decir que tampoco disponen de ese derecho. Estudiaron para mantener y mejorar la vida del ciudadano y ahora se les pide que sólo atiendan a aquellos que disponen de una estupenda tarjeta en tonos azules. Pero vivimos inmersos en la colectividad del consumo, del tanto tienes tanto vales y, ¡claro!, eso deja fuera de juego a muchos. No se les dice que no puedan respirar, pero casi se les obliga a hacerlo. Se les impone una salud de hierro…para que estén preparados para la explotación subsiguiente. Porque ahora, ellos pelearán por un trabajo sin problema de bajar sus sueldos. Y el empleador, que se agarra a una ley que le cobija, aprovechará el dato. Estamos volviendo a la esclavitud, a la prehistoria. Y todavía algunos no han elevado su grito de discordia.

También han encaminado sus torpes pasos a aniquilar la cultura. Quizá porque la entienden como un reducto de rojos, de anarquistas o vaya usted a saber qué. Pero la cultura es el futuro, el pan del pueblo, su aire. Elevar el dichoso I.V.A. incidirá en las listas del paro, esas que nuestro presidente cree que existen a mayor gloria del vago de solemnidad. ¡Menos mal que el suyo se llama partido “popular”! : Erraron el nombre: “popular” quiere decir “del pueblo”. Y no se puede estar más lejos de él. Peor: sólo se acercan para aniquilarlo. A dentelladas, que no se note, que parezca un accidente.

Y entre tantas sensaciones de impotencia, de tristeza yo tengo que brindar con ustedes y agradecerles que cumplo 2 años con esta columna. 2 años en los que ustedes han participado de mis opiniones, a favor o en contra, pero han estado ahí. Cuando llegué, el “niño” ya tenía un año. Aquí seguimos. Lamentablemente, cada vez con más motivos. Levanto mi alma y brindo para que algún día el nombre de este portal sea un homenaje a los que buscaron y sudaron para encontrar; a los que pelearon por un trabajo con tanto sueldo como dignidad; a los que llegaron buscando un mundo mejor pensando que éramos una sociedad en alza. Mientras, me voy a llorar a una esquina porque estoy perdiendo el orgullo de pertenecer a una patria. Así empezaron muchos: separando a los más débiles del juego de vivir con los derechos plenos. Pero, le disguste a quien le disguste, todos somos iguales. Porque todos somos personas. Y por eso también brindo.


María Díaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

 

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