A veces me llegan noticias que debo leer dos veces para darme cuenta de que las había entendido bien a la primera. Luego yo soy de poner en común cada susto informativo por aquello de que cuatro ojos ven más que dos y a veces me empeño demasiado en ponerle fe a mi manera de entender el mundo cuando está claro que hay muchas otras.
Se lo planteé el otro día a un amigo, que, no por varón, menos inteligente ni sensible: los hombres sufren menos si sus mujeres les ponen los cuernos con otra mujer en vez de con otro hombre. No daba crédito. Al fin y al cabo no deja de ser un engaño, una deslealtad, un juego sucio. Hace muchos años, a una conocida mía le abandonó su marido por otro hombre. Dos hijos ganaron otro padre a la misma velocidad que mi amiga fue perdiendo la fe en sí misma. ¿Cuánto de aquella relación había sido verdad si su pareja le reconocía, a lo hecho pecho, que ese hombre por el que abandonaba el hogar ya formaba parte de su vida antes de iniciar su vida conyugal?.
Como a mí me gusta ser práctica, y más si hay que darle un consejo a alguien cercano que sufre, le hice ver a mi amiga lo “apañao” que era el tercero en discordia en las tareas del hogar y lo bien cosidos que les llevaba los babys a las criaturas. Y miren, por ahí fue entrando la susodicha hasta el punto de que aún siguen de vermuts los 3 más de un fin de semana…
Mi amigo me aportó otro punto de vista sobre el asunto: el ego masculino no queda tan dañado en este tipo de faltas. Porque el varón sólo entiende que su compañero de lecho se vaya con otro porque precisamente en eso, en la cama, la víctima no estaba a la altura. ¡Menos si se va con una mujer! Entonces, queda claro, el problema no es ese, y el hombre, con hermosa cornamenta, eso sí, puede respirar tranquilo. Traicionado sí, pero no porque no haya sabido cumplir como mandan los cánones. Y claro, no es lo mismo.
Vamos, que les deben dar las ganas hasta de dar las gracias a sus señoras por haber hilado tan fino en esto de ubicarte en el grupo de los cornudos.¡Ah! Las gracias, que hermosa palabra y que difícil de pronunciar bien entonada. Aún me tiran los puntos ante la última traición de un amigo. Pero de esto, prefiero no contarles nada. Sólo decirles que tenemos que aprender a ser agradecidos porque una simple palabra puede evitar muchas desazones. Se lo digo yo, que ando saliendo de una.
María Díaz Periodista www.mariadiaz.eu