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Las redes, qué peligro

Charles Chaplin, Charlot, analizaba en “Tiempos Modernos” con su proverbial inteligencia, el sistema de la época. Ahí están el sometimiento, el stress, la explotación, las condiciones de trabajo y de vida de la clase baja…Vamos, que podía estar rodada hoy mismo.

 

Chaplin, un hombre con vista que disfrazó de humor películas cargadas de crítica, por lo que se hizo con numerosos enemigos, hubiera asistido al mundo de hoy con la mirada analítica y deductiva que le proporcionaba ese ingenio infinito que lo ha colocado en la historia. Supongo que hubiera echado el ojo a las redes sociales, esas que aún no sabemos usar, en las que nos “desnudamos” en demasía o de cuyo uso desconfíamos por aquello de que hacerse a la vida moderna lleva su tiempo. Yo camino por la mitad, orgullosa de estar en ellas, en las redes sociales, digo, pero sin vivir pendiente de lo que se “mueve”. Cuento lo justo, básicamente relacionado con mi trabajo o con artículos, vídeos o frases que me resultan compartibles con los amigos. Y hasta ahí.

 

Veo que los jóvenes, adaptados a estos nuevos caminos de comunicarse como están, porque han nacido con ellos y en ellos se manejan a sus anchas, no parecen tener conciencia de lo que tanta exhibición pública supone. Algunos presentan como un juego en el escaparate intimidades que no deberían compartir más que con unos pocos; otros, las manejan para hacer daño a sus semejantes en un intento de demostrar su supremacía; y alguno recurre a los 140 caracteres para dar muestra de lo que ellos consideran inteligencia aunque algunos dudemos seriamente de ella una vez expuestas las teorías.

 

Un concejal del nuevo ayuntamiento de Madrid, que reconozco que yo celebro porque creo que hacen falta tiempos nuevos y sensibilidad social, especialmente en los regidores locales, se han ido dibujando peligrosamente en sus tuits hasta dejar al descubierto pensamientos, por llamarle de alguna manera, que le hacen a una que le tiemblen las canillas. El humor, ciertamente, es un arma de doble filo que puede herir sensibilidades cuando juega al límite. Los españoles, por ejemplo, hemos hecho bromas instantáneas de acontecimientos como el 23-F…porque salimos bien parados. Pero crear chistes a partir del dolor de una víctima de ETA o del holocausto nazi no es que roce el error es que se instala directamente en el horror. Con el dolor no se juega. Ni se bromea. Se respeta y se comparte. Cuando menos.

 

Si uno no sabe expresarse en los pocos caracteres que le otorga este sistema de comunicación llamado twitter, mejor que no recurra a él. Porque ahora resulta, que el señalado por su propia exhibición ideológica cree que no se hizo entender. Los experimentos , con gaseosa. Si no sabes trasladar al resto tus ideas, te las ahorras. Y si has publicado lo que has publicado, lo asumes. Desde luego, asumirlo incluye pedir perdón, pero también renunciar a un cargo para el que no pareces preparado…por tonto.

 

Sigo defendiendo el género epistolar como elemento de expresión. Internet nos permite explayarnos sin problemas a través de un email ahorrándonos el engorro de tener que poner un sello y buscar un buzón. Así de fácil. Se explica uno en las líneas que considere necesarias, repasa que lo escrito deja claro su pensar y la da a enviar. Y “apañao”. Entiendo que lo escrito siempre da lugar al equívoco, porque lo manifestado en un tono puede ser leído en otro y el resultado es un cambio en la decodificación que puede llevarte a un disgusto. Pero con tanta línea, la cosa se pone más difícil.

 

Nos hemos olvidado de decir, verbalmente, expresiones como “te quiero” o “te necesito”. Y pereferimos “cantarle” al mundo en voz alta las emociones que nos atraviesan el cuerpo. Y pasa lo que pasa. Pero los errores hay que asumirlos. Hasta el final.

 

María Díaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

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