Los caminos de la vida son claramente inescrutables y, siendo como son una sorpresa continua, tienen dos puntos de inflexión a tener en cuenta: el comienzo y el final. Bueno, si es que existe el final. Del principio somos más dueños, más señores. Nos ponemos una meta y sabemos, generalmente, cómo dar el primer paso hacia ella. Luego, la vida te lleva, o te arrastra, y cada uno hace lo que puede por flotar en ese fango.
Hace unos días, una lectora de esta web me ha escrito para contarme sus cuitas. Lamentablemente, no me resultan desconocidas. Una mujer preparada para un trabajo difícil, que apostó por un camino que tendría que haberle hecho feliz, debe trabajar a destajo en un empleo en el que se siente un cero a la izquierda, una mujer explotada, en definitiva, una mierda. Y es lo que hay. El mercado manda y, con el euro en la UCI y millones de parados, o coges el puesto mal pagado que te ofrecen o te quedas a un lado del camino. No es el trayecto que quería, hasta has pagado peaje, pero esto son lentejas. Y toda tu preparación, con ella tus ilusiones, se caen por un precipicio en un santiamén. Te preguntas ”cienes y cienes” de veces si podrás salir de ese agujero, cuándo será eso y si te pillará con fuerzas. Unos días crees que sí, lo que te anima. Y otros, la desolación te engulle el alma.
Yo creo que es cuestión de esperar el momento y de no desfallecer. Seguir ahí, sin perder de vista el camino que te trazaste, aunque a veces te parezca que está demasiado lejos. Lo del sueldo no tiene arreglo. A mí me gustaría que los empresarios de este país le dieran un valor y una dignidad a sus trabajadores. Y eso empieza por una buena paga. Vendrán momentos mejores, estoy segura. Dicen los cubanos que “lo que sucede, conviene” y si como anestésico no debería valernos, como incentivo es tranquilizador.
Supongo que una manera de establecer las metas volantes pueden ser las fechas significadas. Por ejemplo, el comienzo del año. No me quejo del 2011. Pedí durante lustros una auditoría para Teddy Bautista y alguien me escuchó. Mantengo a mis amigos y hasta he ganado miembros para el club. He conocido a un emprendedor muchachote que ha creado una empresa que le ha permitido dar trabajo a seres creativos. ¿Me fue mejor? Si. ¿Me merezco más suerte? Sí. Así que me he puesto a ello. La suerte no viene a buscarnos, la vida me lo ha dejado claro.
Sólo hay dos tipos de personas que no necesitan desgracias ajenas: los paranoicos y los pesimistas. Se bastan por sí mismos. Y ambos me parecen una suerte de chantajistas emocionales que no tienen lugar en mi mundo. Me quedo con el resto.
María Díaz Periodista www.mariadiaz.eu