Muchas veces se tiende a criminalizar al desempleado, al considerarle culpable de lo que muchos llaman economía sumergida, y otros denominarían simplemente supervivencia. Pero este diálogo demuestra que la necesidad obliga a aceptar casi cualquier cosa llegados a un extremo de desesperación. Este es el diálogo que mantiene el períodista con la persona que le puede ofrecer un trabajo en condiciones infrahumanas:
–Me ha dicho Raúl que igual tienes trabajo para mí.
–Fabio: Puedo tener algo para ti, pero no sé para cuántos días. Me han fallado un par de chavales de un equipo, pero todavía tengo que hablar con ellos. ¿Podrías empezar ya esta noche?
–¿Esta noche?
–Sí, con esto acabamos a las diez o a las once de la mañana.
–¿Pero qué tendría que hacer?
–¿No te ha dicho Raúl? Cargamos y descargamos. Tengo varios grupos.
–Vale, vale. ¿Cómo pagáis?
–25 euros por noche. Empezamos a las dos y acabamos a las diez.
–¿Pero me vas a contratar?
–Te voy a pagar.
–Vaya, que ni contrato ni nada.
–¿De qué vas? ¡Contrato! Creí que querías currar. ¡No tengo contrato ni yo! El contrato es conmigo, que digo que te pago y te pago. Si no te vale, olvídalo. Yo ya tengo trabajo.
–Vale, vale, era por saber… por el paro y eso.
–Eso no te va a dar problemas. Solo vas en una furgoneta. Tranquilo. Si quieres, empiezas hoy.
–¿Es aquí, en Palma?
–Eso ya lo verás. Cogemos las cajas en un lado y las repartimos en otros.
–¿Pero cajas de qué? Es que Raúl no me ha explicado nada…
–Joder, cajas de fruta, qué va a ser. Tranquilo, chaval, que no hacemos nada chungo. ¿No querías currar? No te preocupes que no pasa nada. Cogemos cajas en un sitio y las dejamos en otro. Solo transportamos. Punto. Nos pagan y repartimos.
¿Cuento contigo?
–Luego te llamo.
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