Pediría tantas cosas a este 2015 que me las voy a ahorrar todas. Tengo la sensación de que si no explico por dónde “van mis tiros” la fortuna puede sonreírme y echarme una mano. Es como los niños. Lo acabo de comprobar en una cita con unos amigos: la única manera en que conseguí que su hija me dibujara fue pedirle que no lo hiciera. Con la suerte tengo la misma sensación, que va a fastidiarme… a no ser que desconozca mis propósitos.
Puñetero esto del destino sobre todo cuando no sabes ni quién lo escribe, ni cómo ni porqué. Si es que no lo hace uno mismo, que por lo que voy viendo, parece que no. Siempre soñé que a estas alturas de mi vida, tendría la ídem apañada de medio a medio. Y ahora, cada vez que miro al futuro, que intento evitarlo, me tiemblan las canillas y me acojono. Tiro con el día a día, difícil, pero el desgaste y la incapacidad de ahorro merman mis posibilidades para la vejez. Pero aquí, con flotar, tenemos bastante. No nos pidan, además, que nademos con estilo y que ganemos al resto. Hay lo que hay.
Por eso me gusta tremendamente la moda del vintage. Sobrevives con ella. Un pañito de la abuela te vale para ir a la moda en este mundo de apariencias en el que vivimos. Cuanto más viejo, más moderno, más apreciado, más “in”. El asunto es si tienes sitio en la casa para esperar el momento de sacarle partido a la escasa herencia familiar a la que no das valor cuando te “toca”.
Ya es 2015. Ayer era 1975. Moría Franco y España se lanzaba al vacío en una apuesta que llegaba con retraso y miedo. Ayer vivíamos con unas metas y hoy no nos planteamos ninguna porque hemos dejado la esperanza en el camino. Ya es también 2016 porque, para cuando se quieran dar cuenta, estaremos más cerca del 2017 que del 2014. Los años van corriendo hacia adelante sin que nos percatemos, si no fuera por lo difícil que se nos pone eso de cumplir años. No hay mayor enemigo que la edad. Ni mayor triunfo. La vida es así.
Ya es 2015 y ayer era 1985. Yo era joven y tenía sueños. Creo que no se ha cumplido ninguno y, cada vez estoy más convencida, es culpa mía. Me sobró honradez y me faltó ambición. Creí en la justicia alcanzada con el esfuerzo y trabajé a destajo para ganar “puntos”. Y ahora, más cerca de la jubilación que de las utopías miro hacia atrás y no sé a qué momento regresar para cambiar el rumbo de mi vida. Así que lo dicho, no me pongo metas, me levantaré cada día intentando cumplir con la tarea y, entre hueco y hueco, intentaré plantearme una idea que me saque de pobre, que me haga parecer distinta, original, creativa.
El problema reside en los que están al otro lado, que parecen no entender el mensaje que les lanzo. Quizá ir por delante sea un error. Por detrás, seguro. ¿Cómo sabe uno que es el momento? La suerte, pienso. La suerte lo decide todo. Así que me quedo a esperarla. Lo haré durante todo el año sabiendo que la felicidad no entiende de bloques de tiempo, pero que los seres humanos necesitamos agarrarnos a algo para apostar por ella. Por la felicidad, digo, que desconozco qué forma tiene pero que me consta que existe.
María Díaz Periodista www.mariadiaz.eu