Partimos de la base de que los servicios públicos de empleo actúan tan sólo en un 3% de las contrataciones del mercado laboral, según el Ministerio de Empleo. Y según un estudio de la Comunidad de Madrid, el 83% de los desempleados no habían recibido ni una llamada o correo de su oficina de empleo en los seis primeros meses de estar apuntado al paro, un dato casi más preocupante que el anterior.
No existe ninguna razón objetiva que demuestre que los servicios públicos deban funcionar peor que otros privados. Si eso se produce es porque se están gestionando mal. Falta atención personalizada a los desempleados, se hace muy poca prospección del mercado laboral, existe una deficiente información hacia desempleados y empresas sobre la utilidad de sus servicios, una lenta adecuación a las nuevas tecnologías y no se planifica el tipo de formación que interesa en cada momento para adaptarse a las necesidades del mercado laboral, entre otros muchos factores.
A todo eso debemos sumar la falta de personal en las oficinas de empleo aunque nos parezca lo contrario. En 2010, ya estábamos a la cola de persona con 4,4 empleados por cada mil trabajadores frente a los 56 de Dinamarca, 44 del Reino Unido y 17 de Alemania. La situación ha ido a peor porque ha aumentado el número de desempleados y se han reducido plantillas en los servicios públicos de empleo. De esta manera, ahora un trabajador de una oficina de empleo en España atiende a 330 desempleados y hay regiones donde llegan a los 800 desempleados, como es el caso de Andalucía, Cataluña, Baleares, Canarias o Castilla La Mancha.
Por todo esto, es imprescindible que se reformen completamente los servicios públicos de empleo antes de pensar en la incorporación de la iniciativa privada porque la debilidad del actual sistema hará que se lo coman literalmente las agencias privadas de colocación. Y en consecuencia, perdamos la igualdad de oportunidades de todos los colectivos a la hora de acceder al mercado laboral, si es que ya no está mermada.
¿Cómo deberían ser las oficinas de empleo para mejorar su eficacia?
Las oficinas de empleo deberían ser lugares mucho más humanos en los que los desempleados dejen de ser un número para ser personas. En mi opinión, cuando un desempleado cruza la puerta de una de ellas, debería encontrarse directamente a un orientador laboral que se convierta en su tutor durante todo el proceso de búsqueda activa de trabajo.
El orientador laboral ejercería una labor similar a la de los médicos de familia en los centros de salud. Esos profesionales evalúan nuestra situación, diagnostican y preparan un tratamiento o nos derivan a otro servicio especializado. Los orientadores harían una labor similar.
A partir de ahí, las oficinas de empleo deberían contar con un equipo multidisciplinar en el que se analizase la situación del mercado laboral en cada zona, se planificasen acciones concretas de inserción y formación, entrasen en contacto con las empresas para conocer sus necesidades y ofrecerles sus servicios.
Las oficinas deben contar con menos burócratas y más profesionales, como economistas, técnicos de desarrollo, de formación, psicólogos, etc. Además, se podrían aprovechar las nuevas tecnologías para que muchos trámites se puedan hacer fuera de las oficinas, con lo que se reduciría esa burocracia.
Serían lugares en los que se coordinasen planes específicos de formación en función de las profesiones que se detecten como necesarias en su área de influencia. Y además, contar con un eficaz servicio destinado a aquellas personas que quieran poner en marcha un negocio sin tener que acudir a otras instituciones, como los Ayuntamientos o las Cámaras de Comercio.
Y ya globalmente, se debería contar en toda España con una base de datos única de desempleados y ofertas de empleo, de tal manera que un ciudadano andaluz pueda optar a un trabajo en Asturias, por ejemplo. Y no limitar la libertad de movimientos geográficos a nuestra comunidad autónoma.
¿Y la colaboración privada?
Una vez construidos unos servicios públicos eficaces, entonces podemos estudiar la colaboración público-privada. Y aquí nos encontramos dos modelos básicos, uno el sueco en el que el gobierno facilita un “vale de inserción laboral” a cada desempleado y él o ella elige si desarrolla ese proceso en las oficinas públicas o en una empresa privada. Este vale que ha sido jaleado en algunos informes de la FAES, pretende garantizar la libertad del parado a la hora de elegir un servicio aunque veríamos si una empresa privada está dispuesta a acoger a las personas con menores posibilidades de encontrar un puesto de trabajo.
Y luego tenemos el ejemplo del Reino Unido cuyos servicios públicos logran colocar en el mercado laboral al 60% de los desempleados en tres meses y casi al 95% al cabo de un año. Transcurrido ese plazo, los servicios públicos derivan a ese 5% a las agencias privadas a las que retribuye si logran un trabajo para estas personas. Quizás este modelo sería el ideal pero para ello, los servicios públicos españoles deberían aumentar su tasa de eficacia.
Hay otras iniciativas interesantes, como la de Holanda que cuenta con un portal de empleo en el que cuelgan sus ofertas de empleo tanto las oficinas públicas como las empresas privadas. Esa colaboración puede ser interesante para permitir una búsqueda de trabajo mucho más sencilla.
P.D: Agradezco las fotografías que nos han facilitado desde el Gabinete de Comunicación del Observatorio de Desarrollo Rural Local y Empleo de la Región de Murcia.
Javier Peña Periodista Portalparados.es