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¿Por qué solo la mujer abandona el trabajo cuando la familia lo necesita?

Este jueves, desde el Ministerio de igualdad, nos daban el dato exacto: el 96% de las personas que abandonan el mercado laboral por razones familiares son mujeres. En un país con más de cuatro millones de parados hay que tener motivos realmente poderosos para renunciar al “privilegio” de la nómina mensual. Pero claro, si eres mujer, tienes hijos y esa nómina te reporta 800 euros al mes y te exige ocho horas diarias en el tajo más otras dos de transporte, con la consiguiente necesidad de una guardería a tiempo completo, enseguida vemos que las cuentas no salen, que trabajar te cuesta dinero, además del coste personal de no ver a tus hijos ni en pintura.

¿Pero por qué este problema es exclusivamente femenino?. Porque todas las medidas de conciliación familiar: reducciones de jornada, permisos de lactancia o bajas por maternidad están destinadas a las mujeres. Al igual que somos las únicas destinatarias de la condescendencia con la que nos dejan llegar más tarde porque los niños están enfermos, porque tenemos que llevarlos al cole o porque tienen cita con el pediatra. En toda mi trayectoria laboral, todavía no he visto a un hombre que cierre el ordenador antes de tiempo para llevar a los chavales al dentista o para llegar a tiempo a una reunión con los profesores. Y no es culpa de ellos, si lo hicieran con frecuencia, probablemente perderían el empleo.

Para conseguir que la igualdad entre en el mercado laboral, no sólo hay que luchar contra la brecha salarial, también hay que tomar medidas valientes. Una de ellas es el permiso de paternidad  obligatorio sin que se restrinja el tiempo del que ya dispone la madre. No de cinco o diez días, para ir al hospital, registrar al niño y poco más, sino del tiempo suficiente para implicarse en el cuidado de los hijos en sus primeros meses de vida, cuando se sientan las bases del reparto de tareas.

Si en las entrevistas de trabajo sólo a nosotras se nos pregunta si tenemos intención de formar una familia, si sólo nosotras tenemos que frenar el desarrollo profesional cuando somos madres, seguiremos siendo sospechosas de absentismo laboral por el simple hecho de ser mujeres en edad de procrear. Y puede que además, si llegamos a conseguir el empleo, tengamos que dejarlo porque no nos podemos permitir el lujo de trabajar.

 

Marina Martínez-Vicens

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