A estas alturas de la película a mí me encantaría poder hablarles de los planteamientos políticos de Rajoy en general, y de los laborales en particular. Pero visto que estoy dudando de si en este país tenemos presidente de gobierno o similar será mejor que gire mis miras hacia otras esquinas…porque esa está difícil de morder.
Les adelanto que me tranquiliza que tanta celebración festiva me haya permitido ver a don Mariano vivo y coleando. Pero también me hubiera gustado escuchar su templada voz. Sobre todo, para dejar caer noticias del pelaje de las económicas. Esas que han ido fluyendo en versiones diferentes con horas de diferencia. Le tenía fe yo a un gobierno nuevo. Tan nuevo, que a pesar de las urgencias vendidas, aún está sin estrenar.
Así que voy a mirar hacia otro lado. Como todo en la vida no son los políticos, me gustaría pensar que tampoco lo es el dinero. Pero vaya, ahí siempre me cuelo. He leído estos días algún estudio sobre la educación y los niños y la conclusión, absurda a mi entender, es que «la pela siempre es la pela». Y no soy catalana. Ya me gustaría a mí.
Me desayuné el principio de año con un informe que asegura que la genética y el ambiente económico familiar son determinantes a la hora de configurar el futuro de un chaval. Para este viaje no hacen falta alforjas: si uno tiene un padre rico la vida tiene otro color. Y si lo tiene abogado importante con bufete, con apostar por la carrera de derecho, la jubilación se aclara mucho. Si tu padre es albañil, te tendrás que buscar las habichuelas sin enchufe. Y eso no solo cuesta. Además, duele. Así que es absurdo dedicarle tiempo a conclusiones de jardín de infancia.
Pero más absurdo aún es que investigación alguna intente convencernos, al menos a mí, de que no es cuestión de tener nítido y limpio el camino, si no de que la propia genética es más generosa cuanta más riqueza acumulas. Por ahí no paso. El padre de Albert Einstein era vendedor; el de Newton murió antes de que él naciera y la situación económica de la familia no pasaba por boyante; el de Da Vinci ni siquiera lo reconoció y quedó en manos de una madre campesina y de un padrastro de bajo nivel; el padre de Pasteur pasó de soldado a curtidor…Muchos de ellos ni siquiera destacaron en sus estudios. Y ya ven, aquí estamos, citándolos uno a uno porque han hecho historia.
Ser hijo de rico te abrirá caminos, pero ser hijo de pobre no te hace idiota. Te complica la vida, pero no te atonta. Absurdo. Y si no, miren a su alrededor. Seguro que encuentran de una sola pasada niños listos, tontos y «mediopensionistas». Cada uno nace con unas condiciones, las que sean. Y a esas tiene que sacar partido. Si la economía no es el fuerte familiar, con más esfuerzo. Fijense que estoy hasta por sostener la teoría contraria: la pasta imbeciliza. Cuando todo es fácil, el esfuerzo es innecesario. «El hambre aguza el ingenio» insiste el dicho. Va a ser verdad.
Después de tanto absurdo, de la teoría publicada esta semana que asegura que uno es más inteligente en función de la fecha del año en que nace, ni les hablo. Se lo resumo en que nacer en enero te dota de más neuronas que nacer en diciembre. Para una carcajada, suficiente. Fijense que yo he vivido y vivo cerca de gemelos y estoy dispuesta a destronar teorías a porrillo. Pero es que dedicarles tiempo se me hace inútil. Hablando de inútiles: a su casa quién ha llegado ¿los reyes o el yerno?.
María Díaz Periodista www.mariadiaz.eu