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La fuerza y el poder

He tenido un sueño. Soñé que, entre tantas grabaciones a políticos aparecían conversaciones que demuestran que algunos son limpios (cosa que yo creo). Que, de repente, le ofrecían a un señor con cargo público la posibilidad de hacerse rico en un santiamén y decía que “no”, que él no estaba “ahí” para “eso”. Soñé que, aunque el corruptor insistía, el político le explicaba que su trabajo era servir a sus ciudadanos y pensar por y en ellos. Se me saltaban las lágrimas.

El asunto es que estoy segura de que una grabación así tiene que existir. Y me encantaría que, entre tanta mierda, alguien hiciera pública una de esas conversaciones. Y me gustaría saber quiénes son esos héroes, a qué hombres o mujeres debo rendirme por algo tan sencillo como cumplir con su obligación. Y creo que alguien debería reconocer ese mérito y dar un sitio a quien renunció a la riqueza a favor de la honestidad.

Porque si en estos entramados que se levantan cada día, no hubiera un servidor público decente, entonces me tomaría esto de otra manera. Lamento ver que hay manzanas podridas, y muchas, pero, en mi fuero interno, una parte de mí quiere pensar que no todo está perdido. Y una charla de estas, de negación de la tentación, haría mucho bien. A los ciudadanos y a la política.

¿En qué momento este juego de la democracia se convirtió en algo tan sucio? ¿Cómo empezó y en manos de quién? ¿Qué tiene la política que acaba manchando? ¿Quién está limpio? ¿Qué político utópico y honesto nos queda en este país? ¿Por qué nos pierden tanto el respeto cuando alcanzan su meta de poder? ¿Qué podemos hacer si sólo tenemos las urnas? Creo que tengo la solución: votemos en blanco en las siguientes elecciones. Todos. Menos algún entregado a causa perdida o algún soñador.

Porque se que hay votantes fieles reticentes a practicar la autocrítica que serán incapaces de reprochar a su líder de cabecera este o aquel asunto. Y otros que siguen creyendo que “tó el mundo es bueno”. Pero, por lo demás, los ciudadanos tenemos la obligación de darles una lección a estos tipos que no se aclaran ni en sus partidos ni para formar un gobierno. ¡Con lo que me hubiera gustado a mi un parlamento multicolor en el que las leyes se hubieran aprobado por mayoría limpia y libre!.

Asi que propongo que a la próxima, que huele cercana, votemos en blanco para ver si aprenden; para ver si se sienten débiles porque se saben no refrendados; para ver si cambian de actitud y piensan en nosotros, que tanto importamos cuando de darles nuestro apoyo se trata. Pero vayamos todos, nada de abstenciones. Votemos más que nunca y, posiblemente, mejor que nunca. Y que quien gobierne se sepa en duda, en el filo de la navaja. Y todos sepan de nuestra fuerza. Y empecemos a dar un cambio a este sistema que parece tan podrido que resulta irresoluble.

Y volvamos a empezar. Que digan lo que digan, y a pesar de sus fallos, no lo hicimos tan mal cuando dimos ese enorme paso que nos llevó de la dictadura a la democracia. Y aquí estamos, manchando entre todos un legado que resultó casi milagroso en su momento. Así que, por favor, que alguien rebusque entre tanta grabación y saque a la luz a un político, aunque sólo sea uno, que estuvo tentado a caer en “la mordida” y no quiso. Sabiendo lo que ganaba y lo que perdía. Y sabiendo también que, posiblemente, ese ejercicio de honestidad nunca transcendería.

María Diaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

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