Don Juan Carlos recordó que a lo largo de sus 36 años de reinado ha aprendido a conocer a los españoles, por lo que reconoció que «llevamos varios años sumidos en una severa crisis económica y financiera cuyas causas complejas no son siempre fáciles de entender, pero cuyos efectos negativos son para todos evidentes. Para muchos, tristemente demasiado evidentes por su dureza.»
De igual manera, el Rey Juan Carlos reconoció que la actual crisis: «está llamada seguramente a modificar hábitos y comportamientos económicos y sociales.»
Asimismo reconoció que, de acuerdo a su calidad de Jefe de Estado, le corresponde, animar a esas instancias a trabajar sumando voluntades, no restándolas; acercando posiciones, no distanciándolas; buscando avenencias, no rechazándolas. «Animarles a trabajar con diálogo y altura de miras, con rigor y convicción.»
Señaló que se vive una crisis de naturaleza global que ha puesto de manifiesto la dificultad de que cada país pueda afrontarla aisladamente, pero, indicó, las soluciones exigen establecer de forma coordinada medidas efectivas.
Ante lo cual, el Rey señaló que «la crisis es internacional pero también tiene perfiles nacionales propios. El más doloroso de todos es, desde luego, la elevada tasa de desempleo que sufrimos, moralmente inasumible para un país vertebrado, moderno y solidario como el nuestro.»
Reconoció que la cifra de parados es inaceptable, y aún todavía más entre los jóvenes que buscan su primer empleo, «quiero rendir un hondo homenaje de agradecimiento y admiración a las familias, cuya generosidad y entrega está siendo clave para que nuestro país mantenga los actuales niveles de estabilidad social.»
Tampoco evadió el escándalo de corrupción por el que atraviesa la monarquía española, ocasionado por el yerno del Rey Juan Carlos, el Duque de Palma, Iñaki Urdangarín.
Sobre el asunto, explicó: «Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar.»
Prosiguió señalando que «cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione. Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos.»