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De tonta a tonta y tiro porque me toca

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Desde hace un tiempo el mensaje del buzón de voz de mi teléfono móvil avisa a todo el que me llama de que me deje un mensaje clarito, corto y con teléfono. Y para explicarme bien, sin que quede duda alguna remato la misiva con un “soy rubia”. Que es lo mismo que abusar de la patética teoría de que las mujeres de pelo claro son rematadamente idiotas.

Teoría que no sostengo y por eso me río de ella. Llevo años intentando que las mujeres tengamos el sitio en la sociedad que nos merecemos y quienes me leen habitualmente se habrán percatado del tema. Lamento día tras día que en pleno siglo XXI seamos examinadas al detalle, observadas como animalitos de feria, criticadas porque sí y puestas en valor de continuo. Por eso me enervo cuando me encuentro en el papel couché, en los informativos o en la vida misma hembras que recurren a “no saber nada” para procurar salir impolutas de los mil y un “fregaos” en los que no han tenido problema en meterse por aquello de forrarse.

Si mi propio se me alcanza a casa un día diciéndome que nos hemos hecho con una villa en la Costa Azul el mosqueo que me pillo no es calibrable. Que todos sabemos lo que tenemos en casa y lo que puede entrar y salir económicamente hablando a no ser que la lotería nos mire con buen ojo y nos ponga hasta arriba de pasta. Pero aquí una infanta patria ha visto como su marido le buscaba mansión en barrio alto barcelonés y nada le ha parecido sospechoso. A lo que se ve, no estaba enterada de los ingresos de su cónyuge. Pues una de dos, o la susodicha es tonta o la confianza entre los miembros del matrimonio hacía agua por todos lados. O ninguna de las dos cosas y ahora viene muy bien llevarse a andanas alegando que la anormalidad en la vida cotidiana no levantó alarma alguna.

En su impudicia, una folclórica de postín que durante un tiempo se sintió alcaldesa consorte y, por ende, poderosa, también vio incrementados sus ingresos por vía amatoria y cuando le pillan en el marrón recurre a la ignorancia. La ignorancia, como método, es patético. Y no habla bien de quien la busca como argumento. Entre otros motivos, porque la sensación que nos transmiten es que nosotros, el pueblo, su posible público, somos tontos de aupa y nos creemos que arrimar el ascua al político con plaza en mando no conlleva beneficios de ningún tipo. Ni yo, con el rubio subido, trago con estas falacias.

Ahora hemos sabido que una ministra gastaba en los cumpleaños de los niños una pasta ingente que ni siquiera salía de su bolsillo y aquí mi amiga tampoco estaba al tanto del asunto. Pues para llegar a ser ministra, lo menos que se le pide es que sea una mujer preparada y enterada y si no era capaz de estar al loro de lo que ocurría en su entorno como para pisparse de lo que necesita sus ciudadanía. Así nos va.

Para mí, estas sí que son rubias. Y albino, un señor que dice ser presidente de gobierno y que ha tardado lo suyo en salir a dar la cara ante una escandalera que le deja mal parado y que va y nos dice que para demostrar que no cobraba en “B” nos va a enseñar su declaración de la Renta de “A”. ¿Alguien le ha explicado, quizá necesite un croquis, que de lo que se le acusa es de cobrar en negro? Ya me contarán para que valen papeles que hablan del dinero legal si lo que queremos es que nos hable del ilegal. Pena de gobierno, poco más de un año en el poder, mayoría absoluta y ya está tocado. Bueno, en cualquier país con una democracia civilizada estaría hundido. Pero aquí hicimos una transición modélica para acabar teniendo una clase política que da asco.

 


María Díaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

 

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