Ha empezado la semana que sigue a uno de esos fines de semana en que nada era susceptible de ser noticia ante los dos temas que catalizaban el interés, o desinterés según se mire, del pueblo hispano: Champions y elecciones. No se puede pedir más. Todos los hados se han unido para transitar bien ocupados a lo largo de 48 horas. Con un partido de futbol que reunía a dos equipos de la misma ciudad que hace mucho que se miraban desde lejos pero que este año se han pisado los talones…para que ganara la liga el teóricamente más débil (de Cholo y el cholismo hablo luego). Y con unas elecciones que, en otro momento, nos hubieran importado poco pero, mira por dónde, el bipartidismo está en juego, los partidos se lo toman como una necesidad ante las próximas generales, la campaña ha sido penosa y el pueblo está quemado. ¡Vaya ensalada!
Si este fin de semana llega a pasar algo gordo o era muyyyy gordo o no sale ni en un recuadro pequeño del periódico más marginal. De los informativos televisivos, ni hablemos. Lo del fútbol es un escape pero ha traído a este país al mayor líder que se ha descubierto en los últimos años: Cholo Aguirre. Lo necesitaríamos en política pero lo tenemos en el balompié. Si miramos hacia el campo de la política el terreno está desierto, vacío, muerto. Y el líder, el bueno, el que tiene alma de tal, dirige a un equipo de futbol que ha pasado a segunda en alguna ocasión (maravilloso aquel anuncio del “Mono” Burgos asomándose por una alcantarilla) y que se ha dado por derrotado como lema crónico (“Papá, ¿por qué somos del atleti?”, otro anuncio genial). Y viene Cholo, les pone a todos las pilas, les hace creer en sí mismos y los lleva a la gloria. Ahora, que no vengan los jerifaltes del equipo y lo mal vendan aprovechando los buenos momentos, que siempre hay alguien que lo fastidia todo y suele estar arriba.
Sin embargo, nos ha faltado ese líder para convencernos del valor del voto europeo. Los políticos están más quemados que el mechero de un yonki, la sociedad ha tirado la toalla (como el atlético de Madrid en los penúltimos años) y aquí no hay un Aguirre que nos haga pensar que esto vale la pena. El mapa está desdibujado, la extrema derecha va buscando un sitio que parece encontrar ante la desesperación popular y cuando llega un tipo diciendo que eso lo arregla él a hostias en su pueblo (léase alcalde de Sestao) algunos hasta lo vitorean porque han encontrado en este cromañón al adalid que andaban buscando.
Pero un líder es otra cosa. Es alguien que construye, no destruye. Esa persona que te hace creer en ti mismo, no desconfiar del otro. El individuo que cree que la suma es lo que vale y no la resta. Que podemos encontrar sitio para todos y que así creceremos. El líder mira hacia adelante con ilusión y no con despropósito y no se considera el dueño del “cortijo” si no el organizador de un equipo. Eso es Cholo y no Bergara. Por eso el argentino ha creado y el vasco prefiere desmontar. Y, por eso (fantástico ese aplauso del entrenador del equipo perdedor al contrincante con la champions decidida) no ha habido alborotos en Lisboa: porque el espíritu deportivo ha prevalecido. Y, para eso, hace falta alguien que organice sin abusar, que entienda que mandar no es hacer lo que a uno le da la gana. Pero no hay Cholo que valga en política, por eso los ciudadanos caemos víctimas del desánimo. A ellos, a los políticos, les da lo mismo. Lo suyo es pillar tajada y seguir en esto. Así vamos, descabezados y sin moral. Mala manera para alcanzar el triunfo. Vivan los líderes. Estén donde estén.
María Díaz Periodista www.mariadiaz.eu