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Campaña electoral: Llorar de ¿risa?

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Cuando uno decide comprar una entrada para ir al cine o al teatro lo primero que sopesa es si lo que va a ver es comedia o drama. Vamos, si se va a reír o, por el contrario, va a exponer sus lágrimas al populacho. Todo vale, en general, para superar un momento duro. La risa es terapéutica, cierto. Pero el llanto también cura. Nos han educado, sobre todo a los varones, a no manifestar nuestras emociones en público. Pero ya casi nada de lo que nos enseñaron vale. Así que mejor encontrar resortes que nos ayuden a desfogarnos sin problemas. Y la carcajada vale tanto como la tristeza.

A veces, uno sale del espectáculo o la película y no sabe catalogar en un cajón u otro lo que ha visto. Así miro yo al mundo: con la suficiente capacidad de sorpresa y duda como para saber si todo lo que me cuentan cada mañana es un chiste o una desgracia. Y creo que eso ayuda. Es más, hay días, que las noticias de la prensa huelen tanto a mentira que prefiero pensar que tras las redacciones ya no hay periodistas sino novelistas, tipos con un ingenio a prueba de bomba que han decidido pintar de tal forma el panorama que cuando vengan a contarnos la verdad la cosa nos resulte la mar de insulsa.

A eso contribuyen tremendamente las campañas electorales. Porque hay que oírles a estos tipos que apostaron por ganarse la vida en la política- en general basta con ir sobrado de escrúpulos- lo que son capaces de soltar por esas boquitas cuando de ganar una presidencia se trata. Los que ya se hicieron con la poltrona alguna vez prometen cosas que una no sabe porqué no hicieron cuando pudieron. Y si nunca tuvieron la oportunidad de gobernar son capaces de echar mano a su imaginación más exagerada para intentar minar nuestras dudas electorales.

Pero ya no sé si eso vale. La ciudadanía acaba de hacer saber en una encuesta que no le gustan sus representantes en las cámaras, que no se los creen. Y no sé si éstos se han enterado. Porque aquí perdón no pide nadie, ni nadie parece hablar con los pies en la tierra. Tirar del cuento parece ser más fácil…ya veremos si más eficaz. Sólo creo en aquellos que han evitado someterse a los recortes sociales. Y esos, no hace falta que me cuenten nada, porque sólo con lo que hicieron me vale. Los demás, los que no han sabido más que limitar las posibilidades de futuro de los más débiles que no vengan a contarme farsas: arreglar el mundo a base de los más necesitados no vale.

Y así, me despierto cada mañana sin saber si lo del día anterior fue comedia o tragedia. Y más aún desconozco cómo transcurrirán las siguientes 24 horas. Y desconozco si es de alegría o de pena, pero me consta que lo que me apetece es llorar como una magdalena. Eso sí, cuando lo hago me quedo algo más tranquila. Pero solo “algo”, porque mis ánimos parecen el depósito de un automóvil y se va recargando por momentos. A ver si ya me toca reír a carcajadas porque las buenas noticias se suceden unas detrás de otras. Entonces, que vengan a contarme lo que les dé la gana.


María Díaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

 

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