spot_img

Asin no se habla

Tengo problemas con el ordenador y me remito a un determinado local a hacer uso de su wi-fi. Cuando pido la clave, el propietario, muy amable me indica que es “septiembre” y yo, que estoy hecha una clásica, le pregunto si con todas las letras. Vamos, que si ese mes que él ha puesto de clave lleva “p” o no lleva “p”.

 

Lo digo porque como soy nacida en ese mes y cada vez me estoy haciendo más antigua. Así que si cuando empecé a escribir “septiembre” llevaba “p”, para mí eso es intocable. No en vano viene su nombre de ser el séptimo mes, hasta que Julio César y César Augusto se pusieron cabezotas con eso de que les pusieran un mes también a ellos. Y septiembre se quedó el noveno pero manteniendo su origen latino. Pero hace ya unos años, la RAE, esa a la que yo le tengo cada vez más ganas, admitió quitar esa “p” por la que yo pregunto. Y también ha admitido quitar la “c” a “octubre” y otras permisiones que me parecen más bien perversiones. [Ver cursos de Educación Infantil]

 

Me parece muy bien que la RAE quiera modernizarse y de paso, quiera modernizar nuestro lenguaje. Han llegado términos nuevos que se han ido haciendo un sitio. Pero de ahí a bajar la guardia ante las palabras sometidas al tamiz de la incultura me parece que hay una distancia. Así que no admito “setiembre” como no admito “otubre”. Y menos admito “asín”, porque no creo que sea la manera de defender un idioma, pero tratarlo al alza.

 

Entiendo que todos no hemos tenido el mismo acceso a la cultura. Y bien que lo siento. Porque defiendo la educación como la sanidad: para todos. Y cada patada que se le da al diccionario no debería contar puntos para que se vayan haciendo un sitio en libro de consulta tan importante como éste. “Asín” es analfabetismo, desconocimiento, un vulgarismo que deberíamos erradicar en lugar de darle un sitio.

 

En la misma sintonía estoy con términos como “conceto” o “albericoque”. Y de “uebos” y “almóndigas” ni me hablen…se me quita el hambre. Hay que escuchar al vulgo y admitir que surgen palabras que acaban cobrando sentido, pero eso no significa que lo que está mal dicho no esté mal dicho. Eso nos da licencia para reclamar como buenas cada una de esas palabrejas que no hemos sabido cuidar. Y maltratar el lenguaje me resulta una obscenidad, una falta de respeto, una vergüenza. Acabaremos hablando como los niños, esos a los que no podremos corregir ni enseñar porque el diccionario de la RAE acabara admitiendo “yo sepo” o “yo sabo” como conjugación correcta del verbo “saber”. Y a partir de ahí, todo lo darán por bueno.

 

Esa no es la manera de entendernos. El lenguaje es un código que nos ayuda a comunicarnos. Pero un código. Y si cada uno lo usa a su antojo, creo que el proceso no funciona. Las palabras no tienen vida propia. De vida les dotamos nosotros cuando las colocamos en una frase, en un contexto. Y el código es para todos. Y esos señores que se supone que tanto saben de esto se están dejando llevar por lo cómodo en vez de por lo valiente. No me gusta el juego.

 

María Díaz
Periodista
www.mariadiaz.eu

Related Articles

DEJA UNA RESPUESTA

Déjenos su comentario
Por favor introduzca su nombre aquí

Nuestras RRSS

73,342FansMe gusta
79,478SeguidoresSeguir

últimos artículos

You cannot copy content of this page