Las entidades financieras españolas se dedican últimamente a luchar a brazo partido por el dinero de los ahorradores, a los que tientan con elevados intereses, que incluso pueden crecer cuanto mayor es el «botín», en vez de intentar sorprenderles con nuevos y atractivos productos.
En un momento en el que el sistema financiero español está en plena reestructuración, nadie encuentra una solución para los problemas de liquidez que acucian a las entidades desde el inicio de la crisis, recrudecidos en las últimas semanas por la desconfianza sobre la economía española que parecen tener los mercados internacionales, precisamente donde se financian bancos y cajas.
Esta es una de las razones que impulsan a las entidades a salir a la caza de dinero nuevo con el que financiar su actividad, un empeño en el que no hay nada nuevo bajo el sol, sólo la misma «guerra sucia» de siempre, en la que gana el que más clientes arrebate a su competencia.
Y todos quieren ser los triunfadores en esta competición, la famosa «guerra del pasivo», que es más antigua que la crisis y en la que algunas entidades llegan a ofrecer remuneraciones de hasta el 4 por ciento, casi tres puntos por encima del precio «oficial» del BCE, siempre y cuando se trate de dinero nuevo y cuanto más, mejor.
Sin embargo, la explicación que dan bancos y cajas cuando se les pregunta es muy distinta, ya que, según ellos, lo que quieren no es sólo liquidez para depender menos de los mercados, sino vinculación.
¿Y esto qué significa? pues, básicamente, lanzar el cebo de una elevada remuneración para que el cliente traiga su dinero al principio y después, una vez «conquistado», que se traiga también la hipoteca, la nómina, los seguros, fondos de pensiones y todo lo imaginable.
La necesidad está ahí y el dinero también, un suculento mercado de más de un billón de euros, y más en estos tiempos de crisis, en los que la prudencia, pero también el miedo al paro y al futuro obligan a ahorrar.